Especialistas aseguran que la alimentación está estrechamente relacionada con el estado de ánimo de las personas. Nuestra dieta diaria puede afectar para bien o para mal al cerebro. Es decir que lo que comemos tiene repercusión en las emociones, pensamientos y también en la personalidad.
Es bien conocido que reducir la comida “chatarra” y elegir opciones más saludables, ayuda a mantener en buenas condiciones la actividad cardiaca de nuestro organismo, músculos fuertes y un peso apropiado.
Sin embargo, expertos señalan que la comida saludable, además de crear los efectos positivos antes mencionados, también repercute significativamente en los estados de ánimo de las personas. Como por ejemplo: la sensación de decaimiento que en ocasiones se presenta después de un atracón de comida rápida o la opuesta visión positiva derivada quizás de tomar una ensalada verde o vegetales salteados.
La creadora del sitio web www.espacioagape.com Asun Armas Prado, especializada en coaching nutricional, explica: “los alimentos influyen en nuestro estado de ánimo (…) hay nutrientes que relajan y generan serotonina -un neurotransmisor que proporciona bienestar-, mientras que otros nos activan y generan adrenalina y nos alejan de dicho bienestar”.
Alimentos que deprimen
- Alimentos grasos: embutidos, quesos grasos, nata. «Estos alimentos en exceso pueden generar adrenalina», sostiene Armas..
- Bollería y repostería industrial rica en grasas saturadas y grasas hidrogenadas. El consumo de estos productos puede desestabilizar el nivel de azúcar en sangre y provocar, en consecuencia, ansiedad y cambios de humor.
- Café y té en exceso: la cafeína y la teína tienen «efectos estimulantes» que afectan al sistema nervioso y producen, por tanto, cambios en la química cerebral.
- Refrescos y alcohol: Los refrescos y bebidas que en muchas casas acompañan las comidas (tales como refrescos de cola, bebidas azucaradas y energizantes, vino o cerveza) pueden llevar sustancias que estimulan el sistema nervioso y «sobreactivan» al organismo, lo que a juicio de esta coach nutricional puede provocar ansiedad, estados de humor cambiantes, nerviosismo e insomnio. El alcohol está considerado como un «depresor del sistema nervioso» y puede, por tanto, alterar negativamente el estado de ánimo, desencadenando un efecto rebote en las personas propensas a sufrir crisis de ansiedad.
- Azúcar refinado: no contiene nutrientes esenciales y suministra una fuerte dosis de energía inmediata para el cuerpo que, según advierte Armas, «puede debilitar los mecanismos corporales de control de la glucosa».
Alimentos que suben el ánimo
- Avena: es un cereal muy energético y rico en vitaminas B6 y B5. Se pueden tomar los apreciados copos de avena -bien solos o en forma de muesli- en el desayuno “la mejor opción para empezar el día con buen humor y alegría”.
- Arroz integral: sus hidratos de carbono se transforman en glucosa de forma lenta y, además aportan vitaminas del grupo B, “esenciales para la salud del sistema nervioso”.
- Mijo: Es muy rico en proteínas, minerales (magnesio y hierro) y lecitina. Altamente digestivo y no contiene gluten. Puede cocinarse como otros cereales, con verduras, carne o pescado.
- Manzana: gracias a su fibra soluble y a los hidratos de carbono que posee, esta fruta es una de las más recomendadas como “fuente de energía gradual”.
- Plátano: muy rico también en magnesio, es un mineral “imprescindible” en casos de estrés. Una fruta ideal para tomar “en los tentempiés de la mañana o de la tarde”. Rico en fibra.
- Aguacate: al ser una fruta “muy rica en nutrientes” está indicada para favorecer el buen estado de ánimo. En este caso, el magnesio y la piridoxina que proporcionan su ingesta son “necesarios para que el cuerpo elabore serotonina, la tirosina precursora de la síntesis de dopamina y los ácidos grasos poliinsaturados”.
Hay que tomar en cuenta que también existe un efecto anímico en los alimentos que no tiene que ver con la composición nutricional de éstos. Los alimentos que nos alegran o nos entristecen, guarda relación con las expectativas y las emociones implicadas a la hora de sentarnos a comer.
Las comidas que se comen por obligación, repetidamente o preparados con poca gracia, ni alegran ni animan por muy sanas que sean. En cambio, un rico postre o un plato que recuerda la comida casera de la infancia provocan de inmediato buenas sensaciones.
El problema se presenta cuando se produce una especie de adicción a estos alimentos estimulantes y la dieta se desequilibra. Entonces provocan el efecto contrario al deseado. Así, una alimentación demasiado abundante en hidratos de carbono de absorción rápida, como los que proporcionan el azúcar, los pasteles o el pan blanco, está relacionada con bajadas y subidas de los niveles de glucosa en la sangre y los consiguientes cambios en el estado de ánimo.